La condición menesterosa de estos Palimpsestos Apócrifos, su incapacidad
de atraer, han engendrado una cábala del estilo, una divertida lectura de
atenciones parciales. Los que sufren de esa cábala entienden por estilo no la
eficacia o la ineficacia de una página, sino las habilidades fingidas del cuentista:
sus símiles, su timbre, las ocurrencias de su apreciación y de su sintaxis. Los
lectores, en cambio, son insensibles al propio convencimiento o propio trastorno:
buscan retruécanos que les advertirán si lo escrito tiene el derecho o no de
agradar.
El autor en comento escuchó que no se debe abusar de la adjetivación,
que daña el ritmo de la lectura y que puede llevar al fracaso un cierre
prometedor. Los lectores especializados intentarán torcerle el juicio de lo que
es una página bien escrita, donde el triángulo narrativo debe ejecutarse de manera eficaz.
Algo es cierto, abundan autores que repiten una y otra vez el
acoplamiento de los mismos adjetivos con los mismos sustantivos, quizá por
narcisismo, por limitaciones ajenas a su voluntad, por desidia, o porque ya no
hay nada más allá.
El autor oyó que la brevedad es una incapacidad, pero parece no
importarle. Le da lo mismo demorarse diez frases breves que una larga.
(Ejemplos de esa charlatanería de brevedad y frenesí, puede encontrarse en cualquier
recoveco de la literatura local, nacional e internacional… y también en las
otras maneras de leer.)
¿Y cuál es la diferencia, entonces, entre un Minicuento y una Minificción? Quizá el autor escuchó que los primeros son cuentos de una estructura tradicional, pero reducidos (¿bonsai?), y el compendio de estos guardan entre sí unidad estructural, o están enlazados molecularmente. Los segundos son fractales, fronterizos en su integridad, y su forma o idea es cambiante.
Ni lo uno ni lo otro nos consta a cabalidad, pero se escuchan tantas cosas en estos días, que el ruido puede llegar a ser digitalmente enloquecedor.
O tal vez escuchó que la cercana repetición de unas sílabas es cacofónica, cosa
que al autor le vendrá valiendo dos diputados, y no tendrá empacho en afirmar
que todos los que escriben son unos simuladores, unos apócrifos profesionales. El
autor se ha fijado en la eficacia de la geometría de la brevedad, y no en la
disposición de sus partes.
En el bordado de los Palimpsestos Apócrifos, al pergeñador le importa la
emoción y no la ética. Se ha generalizado tanto esa inhibición que ya no van
quedando lectores, en el sentido ingenuo de la palabra, sino que todos son
críticos potenciales. Olvidan que de la cantidad saldrá la calidad, y no al
revés.
Favor de leer estos Palimpsestos Apócrifos con ojos, oídos, manos, nariz y boca.
Lean al borde de alguna frontera concreta o abstracta. Lean protéicos, multiformes, de muy cerca y tan lejos, en lo posible, porque de todos es.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario