lunes, 27 de agosto de 2018

Viajeros / Palimpsestos apócrifos



Nadie lo verá desembarcar en la unánime noche, nadie verá el navío de plasma flotando sobre el fango sagrado, nadie sabrá que ese hombre taciturno arribará desde una de las setenta y nueve lunas de júpiter, donde el aire estará contaminado. Lo cierto será que el hombre gris besará el fango y se arrastrará, mareado y hambriento, hasta el recinto circular de piedra que tuvo alguna vez el color del fuego. “El futuro me pertenece”, repetirá frente al monolito, y desfallecerá.

Siglos atrás otro hombre, menos gris, contó del sorprendente viaje a la luna en un navío arrastrado por un fuerte huracán. Contó de la raza llamada “arbóreos”, donde no existían mujeres, y para nacer cortaban el testículo derecho de uno de ellos, lo sembraban y al poco tiempo brotaba un frondoso árbol de carne, con ramas, hojas y bellotas de cuarenta y cinco centímetros, de donde extraían a los hombres cuando estaban maduros.

Nikola despertará con los rayos solares del amanecer marciano. De a poco se cargarán las fotoceldas del navío de plasma, se pondrá de pie y oteará el paisaje derruido por la relatividad. El horizonte estará dominado por las enormes torres que ionizaran el aire en todo el sistema planetario, ahora abandonadas. El futuro será tan antiguo como el hombre que la reclama.

Luciano juró que no era delirio lo vivido, que su relato era verídico, que mientras se elevaban hacia el espacio exterior el navío estuvo envuelto de una red de rayos iguales a los de una tormenta, que él mismo tocó esa red de luz y que sintió un calor agradable habitar el interior de su cuerpo, que desde el espacio vio pequeñas islas iluminadas, franjas de tierra cercadas por el azul del mar. 

Nicola y Luciano caminan uno al lado del otro sin saberse, sin imaginar que el tiempo de cada uno es distinto pero el mismo, repetido en infinidad de realidades paralelas iguales a las capas de una cebolla de dimensiones cósmicas, donde no habitan las mujeres en el testimonio de Luciano, ni tampoco en el espacio de NIkola, que sí las verá, pero que no le interesarán.

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