jueves, 30 de agosto de 2018

Regreso / Palimpsestos apócrifos



Sarogatip, el que estuvo presente cuando aparecieron por primera vez, después de la primera vez, los mundos; el que se negó a reiniciar la expansión del universo hasta no ver reveladas las once dimensiones; uno de los pilares de la geometría creacionista, Sarogatip, se inclinaba para contemplar más allá de la frontera cósmica.

Sus ojos iban desde la materia donde se agitaban multiversos hasta la antimateria donde dormían antimultiversos, todos sobre una estela infinitamente opaca, parecida al capullo de los Senarcala, surcando múltiples paisajes para depredarlos, indómitos.

Sarogatip envuelto en cuerdas vibrantes por donde transitaban latigazos iridiscentes de energía alucinantemente incalculable. Conexiones que brotaban desde el vacío entre branas, sordas al principio, y ensordecedoras después; fractales multiplicados sin fronteras posibles a los ojos del anónimo geómetra.

Aninotores y Animapod, cabalgando colosales nerviotransmisores oscilantes sobre redes. Sispanis fustigando el espacio con más y más universos, eclosiones interminables y veloces engulléndose y volviendo a regurgitarse, unidimensionales.

Seder de Sanoruen, polifónico, estaba por completar por primera vez, después de la primera vez, las enésimas geometrías elementales, volumétricas, poliédricas; estimaciones que Sarogatip había logrado sublimar con el cero y uno, cero y cero, uno y cero, uno y uno, hasta hablarse de tú con esa esencia innombrable y recóndita.

Realidad elástica que tornó de pronto en reversa gomosa, imparable hasta el destello rampante de un punto incalculable, frágil en apariencia pero de una voracidad envolvente hasta la ceguera, donde Sarogatip oteara apenas un nanosegundo la frontera que ahora se transformaba en el punto equidistante de algo llamado Adiv, que se le echó encima hasta expulsarlo del nanocosmos iluminadamente oscuro, recreando el infinito milagro de Recan, pero al revés.

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