jueves, 30 de agosto de 2018

Ludere / Palimpsestos apócrifos



-… Y entonces, iracundos, seres oscuros me despojaron, me arrebataron lo que había reunido con tanto esmero: la gramática de la fantasía, que es el nutrimento de la palabra. Desde aquel día arde y se consume a fuego manso con el leño del fogón, bajo la severa custodia de Los Correctos. Sube el viento en el humo y se deshace. Queda la ceniza sin rostro. Para que puedas venir tú y el que es menor que tú y les baste un soplo, solamente un soplo…

- No me cuentes eso, Fabulino.

- ¿Acaso hablaba contigo, títere? ¿Acaso se habla con los desalmados muñecos de madera?

Fabulino corrió a consultarle a los Arúspices, quienes abrieron en canal a un cordero. El indefenso animal, ante el sacrifico, se fue sacudiendo cada vez menos, igual que sus lastimeros balidos. Uno de los hechiceros se asomó entre las vísceras aún calientes, hurgando, buscando el futuro tan ansiado por el dios a quien fuera otorgado el don de enseñar a hablar a los niños.

Luego del concilio, los adivinos regresaron con Fabulino para contarle lo que las vísceras habían revelado. El dios caído en desgracia pidió le fuera revelada la verdad, por amarga que ésta fuera. “Ludere”, dijeron al unísono los brujos, luego  se alejaron como se alejan las hojas secas sobre el viento. Fabulino caviló, pensó, meditó, reflexionó, hasta convencerse de que la tristeza y el rencor le habían cegado el corazón.

El homúnculo de madera, hilo y pintura, se postró frente a Fabulino, quien al verlo tuvo el broche preciso para las ideas que le revoloteaban de nuevo en la sesera. Arrebataría a Los Correctos las cenizas con las que comenzaría de nuevo a enseñar la palabra a los niños. Miró al títere, quien entendió la necesaria circunstancia de inmolarse.

Pieza por pieza fue desmembrado el valiente homúnculo, ofrecido cual Caballo de Troya frente a la feroz custodia de Los Correctos, quienes sólo vieron leña para la hoguera. Fue así, y no de otra manera, que Fabulino recuperó la preciada gracia de enseñar la palabra verdadera a los niños, no para que fueran Correctos, sino para nunca más fueran esclavos.

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