jueves, 23 de agosto de 2018

Mítico / Palimpsestos apócrifos



Cada madrugada lo primero que hago es leer el tuiter, Si no me puedo conectar a la señal del vecino me quedo esperando su llegada, hasta que enciende el moden. El martes tardó mucho. Una vez conectado, y según mi costumbre, empecé a leer con la luz apagada. Luego de algunos pots supe que Villano III había muerto. La noticia me resultó aún más impresionante porque la foto, quizá la única hallada en el archivo, correspondía a los tiempos cuando deslumbraba con su maestría sobre el pancracio.

“Todo es mentira”, le escuché decir antes de entrar al coliseo romano, donde lo esperaban leones y gladiadores descomunales, mientras que muchos nerones, sin ocultar el aburrimiento, estiraban el brazo ensayando la mejor manera de levantar los pulgares, y con el otro sujetar desperdicios para arrojarlos al Villano. A la distancia los mozos apilaban sobre la carroza los restos de la última reyerta generosa en sangre.

Villano III había salvado la vida en multitud de ocasiones, librando batallas sobre distintos escenarios contra mitologías poderosas: animales mortíferos, seres intangibles como la niebla, o peor aún, tormentas y centellas olímpicas, venciendo a todos.

La turba gritaba el nombre de Zeus, Hera, Hefesto, Apolo, Artemisa, Hermes, Deméter y Poseidón, provocando la furia de los nerones quienes, con el rostro descompuesto, ordenaban a sus gladiadores dieran inicio al sangriento combate.

Esa tarde los dioses cobrarían venganza por cada derrota sufrida, enfrentando la lucha con el mejor enemigo posible, aun más letal que los gigantes oscuros. El Villano tenía en su repertorio el llaveo suficiente para ese y otros engendros, mientras que en el graderío del pancracio la turba gritaba a su favor, en una batalla de tintes épicos.

“Todo es mentira” le escuché decir otra vez, cuando el llaveo grecorromano fue insuficiente contra el hijo pródigo de la isla mítica: Atlantis, contrincante venido desde lo profundo de un mito enterrado, pero no por eso menos genial. Antes de partir de la Arena Coliseo, le escuché decir: "Fue una lucha como debe ser. Nadie intervino. Gracias a todos por esto". 

Después vendría la venganza de Atenas, pero esa será otra epopeya.

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