jueves, 9 de agosto de 2018

Crack / Palimpsestos apócrifos




No supe por qué, quizá lo viví alguna vez en el lado oriente de Tuxtla, cerca del cine Vistarama, a media cuadra de la Secundaria del Estado frente a los futbolitos de don Otilio donde iban los cuates ésos que luego se les notaba que eran vagos para jugar; en ese futbolito donde uno de ellos se burlaba recitando en voz muy alta, casi a gritos: "¡dos de tres… dos de tres, en esta esquina el Bon Jovi de la novena sur, y en esta otra el maravilloso crack Rubén 'Púas' Olivares!, y alargaba la a hasta que la voz se le botaba de la garganta con el remate de la última sílaba …res.

El estilo del “Púas” no tenía secretos. Formaba al portero y la defensa de manera que el camino al arco fuera lo más estrecho posible, asegurando el resto de la defensa en la media cancha, recuperando y abasteciendo a la delantera de balones, pelotas fluorescentes de plástico que maniobraba a una velocidad endemoniada, dejando en ceros a quien lo retara.

A varios de nosotros Olivares nos había bajado calculadoras, casettes, cajetillas de cigarros, billetes y dinero. No importaba si jugaba contra uno o dos; la victoria era igual de imposible. Costal de mañas, si alguien le decía tramposo por sacudir la mesa, golpear las barras o sacar con efecto a favor, levantaba la apuesta y, literalmente, desparecía.

Una noche de final de viernes llegué al local de don Otilio. Hallé al “Púas” con dos chamacos de secundaria cazando la reta sobre la portería sur. Me paré a cierta distancia. No sé porqué pensé en esta frase de Poe: “Si quieres ocultar algo, ponlo a la vista de todos”. 

Antes de esa noche no había reparado en don Oti, quien dormía sobre un percudido y maloliente sillón. La peluca parecía flotar sobre su cabeza. El ruido del juego me hizo voltear donde el “Púas”, que jugaba como autómata, luego volví a ver a don Otilio, que apenas se movía al ritmo del golpeteo en la mesa de juego.

Levanté discreto el tablón que funcionaba de repisa derribando una caja, de donde salieron calculadoras, casettes y relojes. Don Otilio despertó respingando de la sorpresa, y ¡paf!, el “Púas” se desvaneció... y también la apuesta.

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