miércoles, 22 de agosto de 2018

Epifanía / Palimpsestos apócrifos



José Arcadio Buendía escribe entre guiones el número 666 en la hoja de word que acaba de abrir en la MacBook Pro, y se vuelve hacia la izquierda para leer Apocalipsis, 6:6: Y oí una voz de en medio de los cuatro seres vivientes, que decía: Dos libras de trigo por un denario, y seis libras de cebada por un denario; pero no dañes el aceite ni el vino. “¿Y qué puedo sacar de esto?”, se pregunta. En ese instante un grito lo aparta de la lectura: ¡Arriba las manos! 

Desde antes una gitana se lo había advertido: “Todo esplendor tiene su decadencia”. Pero a José Arcadio no le importó gran cosa, el negocio del pastoreo iba mejor de lo esperado, tenía casas, autos, mujeres y dinero, mucho dinero, gracias al temor de Dios.

Comenzó tocando la guitarra en un templo hecho de madera y láminas de reúso, a cambio de comida y techo. Era un lugar igual al resto de casas que lo rodeaban, llena de miseria, pero con una fe a prueba del demonio y sus conjuros malignos. Observó cada parte de la rutina montada por el viejo pastor recién llegado, memorizando el guion que lo encumbraría. El viejo pastor moriría de infarto cerebral y José, decidido a suplirlo, dijo que el mismísimo dios se lo había pedido en un sueño epifánico.

De a poco el templo cambió la madera y el cartón por paredes y losa de concreto, baldosas y mosaicos importados, e interiores dignos de un palacio. Y las prédicas también: “¿Se atreverían a robarle a dios?”, vociferaba José Arcadio a los asistentes, que de unos cuantos pasaron a ser cientos. “Amados míos, ¿osarían abandonar a su pastor, sabiendo que él también tiene necesidades?”

La maquinita de contar dinero timbraba cada minuto con el diezmo de los fieles, que pronto serían miles, millones a través de los canales de radio y televisión que estaba por estrenar. “¡Oh, hermanos míos! ¡Por fin el mundo verá y escuchará a dios! ¡Seremos la nueva Tierra Santa!”. Los devotos aplaudían y gritaban, crédulos.

José Arcadio Buendía se levanta, impulsado por el miedo. Con golpes precisos comienza el infarto cerebral del exitoso pastor a manos del nuevo predestinado, un joven ayudante del templo, ungido en epifánico sueño por el mismísimo dios, para guiar a sus ovejas en el nuevo esplendor que se avecina.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario