Debo ser discreto. No quiero profanar su recuerdo. Lo llamaré… En el cajón de
mi buró tengo todavía una foto suya, junto con las de otras gentes, y un
pañuelo sucio de maquillaje que le quité no sé a quién, o mejor dicho sí sé,
pero no quiero decir, en uno de los momentos cumbres de mi vida pasional. La
foto de que hablo es extraordinariamente buena para ser de credencial.
Él está mirando el horizonte, reflexivo… No, no existía esta cosa de la
selfie… bueno, estas novedades de los telefónos móviles con cámaras incluidas.
Antes una cosa era la cámara y otra el aparato telefónico. Es cómo el arroz con
leche… ¡Ay, bueno! Quise hacer una analogía, además, ni me gusta el arroz con
leche. Te decía… su boca maravillosa, grande y carnuda… Sí, yo tenía la
Minolta, una cámara que compré en el Monte de Piedad.
En un tiempo la contemplación de esta foto me producía una ternura muy
especial, que iba convirtiéndose en un calor interior y que terminaba en los
movimientos de la carne propios del caso. Lo llamaré Aquiles. No, Alejandro.
No, Alejandro no. Patroclo, tampoco. ¡Ay, fue un verso sin esfuerzo!...
oclo-poco… ¿El nombre? … Lo llamaré: El fistol del diablo. Ya te lo dije, lo
que sucede es que eres muy joven. ¿Tú cómo te llamas?... ¿Emiliano? Yo leí que
Zapata tenía sus entrones homoeróticos con un hacendado. Luis Zapata no, tonto.
Emiliano.
¿El fistol del Diablo y yo? Sí, él… nos enamoramos. Recuerdo la primera
caricia robada. Era otro el siglo. José Tomás de Cuéllar escribió una novela
que me gusta mucho. Todas las novelas de Cuéllar me encantan, especialmente la
de Baile y Cochino… ¿Y qué con Cuéllar? Que en su novela Los mariditos vi
retratado a El fistol del Diablo… ¡Ay, Emiliano, te faltan lecturas! No puedo
contarlo de otra manera, recuerda que vengo de un siglo que ya no existe, de
una época donde aún se tenía pudor… o miedo, ya ni sé.
Quizá sobrevivo porque vengo de una familia adinerada, pero Fistol no, digo,
Manuel. ¡Ay, ya te dije el nombre, bandido! Él era pobre pero trabajador. Acá
en la foto estamos en Aruba… Sí, puedo decirte, no es un secreto que a Manuel lo
mató su hermano.
Sí, lo sigo amando.
Sí, lo sigo amando.
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