Clown / Palimpsestos apócrifos

Se trata de celebrar el cumpleaños de Electra, la nena de la casa, y su papá, que la quiere más que a la niña de sus ojos, y que además acaba de hacer un negocio bastante choncho con unos utensilios de cocina, lavadoras y pantallas planas, va a echar la casa por el balcón. Electra quiere menear el bote, a pesar de los razonamientos de su mamá, una misericordiosa señora, sencillota y ranchera. Es preciso darle gusto a Electra y esta idea triunfa de todos los escrúpulos.

Las comadres aconsejan a la piadosa señora deje bailar a la muchacha, que no es necesario tantos dulces, que bien podría haber más ron y menos limonada, porque niños son solo unos cuantos, y se entretienen con una bolsa de dulces y una pelota; ¡ah, y un pedazo de pastel!

El padre, que la quiere más que al sol de sus mañanas, contrata al mejor grupo de la ciudad, músicos versátiles con cinco horas de repertorio, intermedio incluido; la oportunidad ideal para llevar a Pogo el Payaso, el empleado más simpático que el padre amoroso haya conocido.

El día del cumpleaños llega cargado de invitados, demasiados. La compasiva madre no distingue quién es quién, la música cumple a cabalidad la primera parte del contrato, después de ricas cumbias y bachatas, para equilibrar el entusiasmo de Electra, que baila sin descanso.

En el intermedio aparece Pogo, traje bombacho de coloridas rayas rojas y blancas, sombrero con hortensias de colores, zapatos descarapelados y una sombrilla diminuta en la mano. Cuenta un par de chistes sin gracia, luego saca un pañuelo y anuncia que aparecerá una pata, cubriendo el descarapelado zapato. Apenas bostezos entre el público.

Se acerca a la mesa de Electra y le dice que en un segundo la hará famosa. La festejada apenas hace una mueca cuando el payaso saca la pistola y perfora la cabeza del padre amoroso, que cae al suelo en medio de un charco de sangre.

La madre misericordiosa queda atrapada en medio de una crisis nerviosa, estallando en carcajadas.

A Electra no le hace falta saber más.