Querida Ana:
Hace un mes abandoné Castilla sin más opción. Los hermanos Pinzón llegaron antes de lo esperado; Juan de la Cosa y Vicente Yañez lo hicieron después de lo acordado. Esta misiva la dejo en el mismo lugar: folio dieciséis de esta suerte de vademécum que tan de tu agrado resulta: Cárcel de Amor. Éste ejemplar, novísimo, apareció en mi baúl con nota anónima donde advierte sobre lo especial que será en mi vida. No sabía cuánto, hasta aparecer la primera epístola. Igual que tú, no contaré a nadie sobre lo que acontece, porque me lía explicar de cosas que parecen imposibles dentro del libro - puente, año de 1492 hasta año de 1942, ¡450 años distantes!
Imagino a la señora Van Daan con el cuenco para el orinar, oculto en un sombrero, y no deja de hacerme contento. Nosotros somos prácticos para eso. De los alemanes digo que son grandes aliados desde los romanos. En lo que a mi concierne detesto la guerra. Del encierro, y del sótano donde me escribes, lo comparo con el casco de este barco. Del hijo de la señora Van Daan, que dices es muchacho de modales suaves, desgarbado y tímido; y de su gato, solo te aconsejo des la oportunidad de desenvolverse, quizá es tímido en demasía. Acá ese animal sería el menú de la tripulación. Es bueno que no quieras contarme sobre el éxito o el fracaso de ésta nuestra aventura, que es también dura prueba para cada uno de nosotros, que nos graduará no sólo de navegantes, sino de hombres.
Desconozco si un “Nazi” es igual a un soldado del reino de Castilla. No pretendo poseer ni subyugar pueblos, busco hacer de mi vida algo útil, para que no sea vana mi presencia en el mundo. Por eso escribo estas líneas hasta allá donde tú, oculta, evitas al monstruo que aparece en Cárcel de Amor, de nombre Deseo. Aseguro que no es ese el monstruo que vaticinaron nos espera en la orilla del mundo, sino el que nos habita.
Libro en mano, te espero.
Fecha en la carabela, mar adentro, a 14 de agosto, año 1492.
El almirante.
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